"Estuve un rato olfateando, aspirando por la nariz esta música chillona y sangrienta;
venteé, con envidia y perversidad, la atmósfera de estas salas. Una mitad de esta
música, la lírica, era pegajosa, superazucarada y goteaba sentimentalismo; la otra mitad
era salvaje, caprichosa y enérgica, y, sin embargo, ambas mitades marchaban juntas
ingenua y pacíficamente y formaban un todo. Era música decadentista. En la Roma de
los últimos emperadores tuvo que haber música parecida. Naturalmente que comparada
con Bach y con Mozart y con música verdadera, era una porquería..., pero esto mismo
era todo nuestro arte, todo nuestro pensamiento, toda nuestra aparente cultura, si la
comparamos con cultura auténtica. Y esta música tenía la ventaja de una gran
sinceridad, de un negrismo innegable evidente y de un humorismo alegre e infantil.
Tenía algo de los negros y algo del americano, que a nosotros los europeos, dentro de
toda su pujanza, se nos antoja tan infantilmente nuevo y tan aniñado. ¿Llegaría también
Europa a ser así? ¿Estaba ya en camino de ello? ¿Erramos nosotros, los viejos
conocedores del mundo antiguo, de la antigua música verdadera, de la antigua poesía
legítima, éramos nosotros únicamente una exigua y necia minoría de complicados
neuróticos, que mañana seríamos olvidados y puestos en ridículo? Lo que nosotros
llamábamos «cultura», espíritu, alma, lo que teníamos por bello y por sagrado, ¿era todo
un fantasma no más, muerto hace tiempo y tenido por auténtico y vivo todavía
solamente por un par de locos como nosotros? ¿Acaso no habría sido auténtico nunca, ni
habría estado vivo jamás? ¿Habría podido ser siempre una quimera y sólo una quimera
eso por lo que tanto nos afanamos nosotros los locos?"
Hemann Hesse
divendres, 24 d’abril del 2009
TOCANDO FONDO
El último salvavidas
al que suelo agarrarme
en estos casos,
el teléfono,
hoy tampoco me sirve.
Por mucho que ahora marque
los tres o cuatro números
de amigos disponibles,
es seguro que no estarán en casa,
o que si están
me manden literalmente a la mierda
sin mediar palabra
y cuelguen.
Supongo que los tengo
-y con razón-
hasta los huevos
de mis ya preocupantes borracheras,
y que el perdón
y los arrepentimientos
perdieron su efectividad
hace ya tiempo.
Supongo que es así.
Pero, con todo, lo peor
es que no recuerdo nada.
No sé con quién estuve,
ni dónde,
ni a quién le dije algo
lo suficientemente fuerte
como para acabar a golpes por el suelo
y que ahora me duele hasta pensar.
Lo que está claro,
en cualquier caso,
es que me dieron hostias
como suele decirse
hasta en el carnet
de identidad.
Que por cierto he perdido.
Lo mismo que las llaves,
la chupa, y un ejemplar
en tapas duras
de los relatos de Hammett
con un breve poema dedicado dentro
que pensaba regalarle a una mujer
para el día de su cumpleaños
que es hoy.
En fin; que estoy
hecho unos zorros,
o un cromo,
o más tirao que un lapo,
o más jodido que una perra puta.
Y lo más triste
y negro
y peligroso de esta historia,
es que ya no me queda
ni siquiera el coraje necesario
para ponerme delante del espejo
y mentirme, otra vez más,
que, por mis muertos,
esto se tiene que acabar.
Karmelo Iribarren
al que suelo agarrarme
en estos casos,
el teléfono,
hoy tampoco me sirve.
Por mucho que ahora marque
los tres o cuatro números
de amigos disponibles,
es seguro que no estarán en casa,
o que si están
me manden literalmente a la mierda
sin mediar palabra
y cuelguen.
Supongo que los tengo
-y con razón-
hasta los huevos
de mis ya preocupantes borracheras,
y que el perdón
y los arrepentimientos
perdieron su efectividad
hace ya tiempo.
Supongo que es así.
Pero, con todo, lo peor
es que no recuerdo nada.
No sé con quién estuve,
ni dónde,
ni a quién le dije algo
lo suficientemente fuerte
como para acabar a golpes por el suelo
y que ahora me duele hasta pensar.
Lo que está claro,
en cualquier caso,
es que me dieron hostias
como suele decirse
hasta en el carnet
de identidad.
Que por cierto he perdido.
Lo mismo que las llaves,
la chupa, y un ejemplar
en tapas duras
de los relatos de Hammett
con un breve poema dedicado dentro
que pensaba regalarle a una mujer
para el día de su cumpleaños
que es hoy.
En fin; que estoy
hecho unos zorros,
o un cromo,
o más tirao que un lapo,
o más jodido que una perra puta.
Y lo más triste
y negro
y peligroso de esta historia,
es que ya no me queda
ni siquiera el coraje necesario
para ponerme delante del espejo
y mentirme, otra vez más,
que, por mis muertos,
esto se tiene que acabar.
Karmelo Iribarren
Subscriure's a:
Missatges (Atom)